En su influyente obra La ley, el economista y pensador francés Frédéric Bastiat lanzó una advertencia poderosa y aún vigente:
“La ley es la justicia organizada, y nada más.”
Con esta frase, Bastiat no solo define el propósito esencial de la ley,
sino que critica cómo ha sido pervertida por el poder político para convertirse
en herramienta de injusticia, bajo el disfraz de filantropía o progreso social.
A través de una mirada clara y provocadora, su mensaje plantea una cuestión
fundamental:
¿Debe la ley limitarse a proteger la vida, la libertad y la propiedad, o
debe ser usada para redistribuir, educar, moralizar o igualar?
La ley: defensa, no redistribución
Para Bastiat, los derechos naturales —vida, libertad y propiedad— existen
antes que la ley. No son una concesión del Estado, sino una condición inherente
al ser humano. La única función legítima de la ley es proteger esos derechos,
organizando de forma colectiva el derecho individual a la legítima defensa.
En sus propias palabras:
“La ley no es otra cosa que la organización colectiva del derecho
individual de legítima defensa.”
Desde esta perspectiva, cuando la ley protege a todos por igual y se limita
a garantizar la justicia, cumple su función. Pero cuando va más allá —cuando
intenta imponer virtudes, fomentar industrias, organizar la educación o
repartir riqueza— pervierte su misión original y se convierte en
“expoliación legal”.
¿Qué es la expoliación legal?
Bastiat introduce un concepto clave: la expoliación legal. Se
refiere a cualquier situación en la que la ley se usa para quitarle a unos
lo que les pertenece, para dárselo a otros, aunque sea con fines “sociales”
o “morales”. Es, en esencia, robo institucionalizado.
A diferencia del robo común, que es castigado por la ley, en la expoliación
legal es la ley misma la que comete el robo. Esto genera una paradoja
destructiva: se obliga al ciudadano a respetar leyes que ya no son justas, sino
instrumentos de injusticia.
Bastiat señala que esta perversión suele nacer de dos fuentes:
- El
egoísmo de quienes usan el poder para beneficiarse.
- La
falsa filantropía de quienes creen que pueden “forzar el bien”
desde el Estado.
Ejemplos actuales de expoliación legal
Aunque Bastiat escribió en el siglo XIX, sus advertencias siguen resonando
en nuestras sociedades modernas. Algunos ejemplos ilustran cómo la ley se sigue
utilizando para fines distintos a la justicia:
1. Subvenciones y proteccionismo
Cuando el Estado otorga ayudas a ciertas industrias (como la automotriz o
la agrícola), está tomando dinero de los contribuyentes para beneficiar
a grupos específicos. Lo mismo ocurre con aranceles que protegen ciertos
productos nacionales, encareciendo el precio para todos.
Bastiat diría: esto no es justicia, es expoliación legal, porque la
ley deja de ser imparcial y se vuelve instrumento de privilegio.
2. Impuestos progresivos y redistribución forzada
Muchos sistemas fiscales imponen impuestos excesivos a unos para
redistribuir a otros, con el argumento de buscar “igualdad social”. Aunque la
intención sea noble, Bastiat advierte que la justicia no puede basarse en quitar
a unos sin su consentimiento, incluso si es para ayudar a otros.
Cuando la ley se convierte en un medio para realizar la caridad
obligatoria, destruye tanto la libertad como la justicia.
3. Educación y moral impuestas por el Estado
En numerosos países, la educación pública no solo es obligatoria, sino que
también transmite una visión única del mundo, la historia, la moral y la
política. Bastiat criticaba esta idea porque convierte al Estado en una
especie de ingeniero social, que moldea a las personas según sus fines,
anulando la libertad de conciencia y la responsabilidad individual.
Fraternidad forzada = libertad destruida
Bastiat distingue entre la fraternidad espontánea —que nace del corazón
humano— y la fraternidad forzada —impuesta por la ley—. Esta última, aunque se
vista de compasión, siempre requiere fuerza, y por lo tanto, termina
destruyendo la libertad.
“No puedo concebir la fraternidad legalmente impuesta sin que resulte
destruida la libertad legalmente protegida.”
Este es el gran dilema que plantea Bastiat: cuando el Estado quiere ser
“bueno” por la fuerza, inevitablemente se vuelve injusto con alguien más.
La alternativa: limitar la ley a la justicia
Bastiat propone una solución clara, aunque radical para muchos:
Devolver la ley a su función original: proteger la vida, la libertad y
la propiedad, y nada más.
Si la ley dejara de intervenir en educación, moral, economía o religión,
muchas de las luchas políticas perderían fuerza. Bastiat afirma que gran parte
del conflicto social surge precisamente porque todos quieren usar la ley
para su propio beneficio. Si la ley fuera estrictamente neutral y limitada
a impedir la injusticia, nadie la usaría como arma política.
Conclusión
Frédéric Bastiat nos ofrece una visión poderosa de la ley: no como
herramienta de ingeniería social, sino como escudo que protege nuestros
derechos más básicos. Nos recuerda que, aunque la tentación de usar la ley
para “hacer el bien” es fuerte, los resultados suelen ser contraproducentes:
más injusticia, más conflicto, menos libertad.
Hoy más que nunca, su advertencia merece ser escuchada. En tiempos donde se
pide al Estado que lo haga todo, Bastiat nos recuerda que la ley no debe ser un
dios, ni un padre, ni un redentor. Solo un guardián de la justicia, y
nada más.
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