viernes, 25 de julio de 2025

LA LEY COMO JUSTICIA ORGANIZADA: FRÉDÉRIC BASTIAT Y SU VIGENCIA HOY

En su influyente obra La ley, el economista y pensador francés Frédéric Bastiat lanzó una advertencia poderosa y aún vigente:

“La ley es la justicia organizada, y nada más.”

Con esta frase, Bastiat no solo define el propósito esencial de la ley, sino que critica cómo ha sido pervertida por el poder político para convertirse en herramienta de injusticia, bajo el disfraz de filantropía o progreso social. A través de una mirada clara y provocadora, su mensaje plantea una cuestión fundamental:
¿Debe la ley limitarse a proteger la vida, la libertad y la propiedad, o debe ser usada para redistribuir, educar, moralizar o igualar?

La ley: defensa, no redistribución

Para Bastiat, los derechos naturales —vida, libertad y propiedad— existen antes que la ley. No son una concesión del Estado, sino una condición inherente al ser humano. La única función legítima de la ley es proteger esos derechos, organizando de forma colectiva el derecho individual a la legítima defensa.

En sus propias palabras:

“La ley no es otra cosa que la organización colectiva del derecho individual de legítima defensa.”

Desde esta perspectiva, cuando la ley protege a todos por igual y se limita a garantizar la justicia, cumple su función. Pero cuando va más allá —cuando intenta imponer virtudes, fomentar industrias, organizar la educación o repartir riqueza— pervierte su misión original y se convierte en “expoliación legal”.

¿Qué es la expoliación legal?

Bastiat introduce un concepto clave: la expoliación legal. Se refiere a cualquier situación en la que la ley se usa para quitarle a unos lo que les pertenece, para dárselo a otros, aunque sea con fines “sociales” o “morales”. Es, en esencia, robo institucionalizado.

A diferencia del robo común, que es castigado por la ley, en la expoliación legal es la ley misma la que comete el robo. Esto genera una paradoja destructiva: se obliga al ciudadano a respetar leyes que ya no son justas, sino instrumentos de injusticia.

Bastiat señala que esta perversión suele nacer de dos fuentes:

  • El egoísmo de quienes usan el poder para beneficiarse.
  • La falsa filantropía de quienes creen que pueden “forzar el bien” desde el Estado.

Ejemplos actuales de expoliación legal

Aunque Bastiat escribió en el siglo XIX, sus advertencias siguen resonando en nuestras sociedades modernas. Algunos ejemplos ilustran cómo la ley se sigue utilizando para fines distintos a la justicia:

1. Subvenciones y proteccionismo

Cuando el Estado otorga ayudas a ciertas industrias (como la automotriz o la agrícola), está tomando dinero de los contribuyentes para beneficiar a grupos específicos. Lo mismo ocurre con aranceles que protegen ciertos productos nacionales, encareciendo el precio para todos.

Bastiat diría: esto no es justicia, es expoliación legal, porque la ley deja de ser imparcial y se vuelve instrumento de privilegio.

2. Impuestos progresivos y redistribución forzada

Muchos sistemas fiscales imponen impuestos excesivos a unos para redistribuir a otros, con el argumento de buscar “igualdad social”. Aunque la intención sea noble, Bastiat advierte que la justicia no puede basarse en quitar a unos sin su consentimiento, incluso si es para ayudar a otros.

Cuando la ley se convierte en un medio para realizar la caridad obligatoria, destruye tanto la libertad como la justicia.

3. Educación y moral impuestas por el Estado

En numerosos países, la educación pública no solo es obligatoria, sino que también transmite una visión única del mundo, la historia, la moral y la política. Bastiat criticaba esta idea porque convierte al Estado en una especie de ingeniero social, que moldea a las personas según sus fines, anulando la libertad de conciencia y la responsabilidad individual.

 

Fraternidad forzada = libertad destruida

Bastiat distingue entre la fraternidad espontánea —que nace del corazón humano— y la fraternidad forzada —impuesta por la ley—. Esta última, aunque se vista de compasión, siempre requiere fuerza, y por lo tanto, termina destruyendo la libertad.

“No puedo concebir la fraternidad legalmente impuesta sin que resulte destruida la libertad legalmente protegida.”

Este es el gran dilema que plantea Bastiat: cuando el Estado quiere ser “bueno” por la fuerza, inevitablemente se vuelve injusto con alguien más.

La alternativa: limitar la ley a la justicia

Bastiat propone una solución clara, aunque radical para muchos:
Devolver la ley a su función original: proteger la vida, la libertad y la propiedad, y nada más.

Si la ley dejara de intervenir en educación, moral, economía o religión, muchas de las luchas políticas perderían fuerza. Bastiat afirma que gran parte del conflicto social surge precisamente porque todos quieren usar la ley para su propio beneficio. Si la ley fuera estrictamente neutral y limitada a impedir la injusticia, nadie la usaría como arma política.

Conclusión

Frédéric Bastiat nos ofrece una visión poderosa de la ley: no como herramienta de ingeniería social, sino como escudo que protege nuestros derechos más básicos. Nos recuerda que, aunque la tentación de usar la ley para “hacer el bien” es fuerte, los resultados suelen ser contraproducentes: más injusticia, más conflicto, menos libertad.

Hoy más que nunca, su advertencia merece ser escuchada. En tiempos donde se pide al Estado que lo haga todo, Bastiat nos recuerda que la ley no debe ser un dios, ni un padre, ni un redentor. Solo un guardián de la justicia, y nada más.

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